domingo, marzo 13, 2011

DOT Y DASH EN VERSIÓN CALDAS

En espera de que Manuel Caldas edite el tomo 3 de Lance, me entretengo con una de sus últimas y deliciosas ediciones: Dot y Dash, de Cliff Sterrett. Recientemente también editó restaurada la magistral Los niños Kin-Der, del titán Lyonel Feininger. Ya no puede encontrarla, por desgracia, aunque en su momento adquirí la edición de Fantagraphics. No sé qué tienen estos pioneros del cómic que, cuanto más viejos son, más deleitosos y modernos me parecen. Se ha dicho que los cómics empezaron por las vanguardias (históricamente hablando, era la época) y que ahora están instalados en su clasicismo. Es curioso, pero así lo pienso yo también. Los mejores de ahora, por ejemplo, palidecen o no aportan demasiado en comparación con Herriman, Feininger, McCay y otros. El nuevo aperturismo a las tendencias sexuales nada tiene que envidiar a la ambigüedad erótica de Lucy y Sophie se dicen adiós. No cabe duda de que, como Benjamin Bottom, el cómic morirá cuando alcance el arte rupestre. A la vista de lo que se publica hoy día, podemos decir que ya falta menos.

Dot y Dash era una topper (las toppers estaban en la parte de arriba de la página, y aunque a veces fuera abajo se la sigue llamando topper) que Cliff Sterrett dibujaba como complemento para su vanguardista página dominical Polly And Her Pals. Que ahora se reedita en Estados Unidos, precisamente, en edición champagne (¿ ?). Era una tira de relleno, protagonizada primero por un perrito y un gatito y luego por dos perritos. No pasa nada nunca. ¿No pasa nada? Bueno, no pero sí. Avatares de animalitos que se asustan, se persiguen, se apoyan y se quieren; historias de animalitos que se sorprenden de las contingencias del clima o de las aves; que se camuflan y se disfrazan y se asustan de sí mismos; que persiguen a otro animalito y se les escabulle, y el pequeño universo se llena de asombro. Aburrirá ciertamente a quienes no gustan de mirar a los animales, pero nos gustará a quienes pasamos largos ratos mirando a nuestras mascotas (más divertido si son dos) atender con inocencia e incredulidad un mundo que escapa a su entendimiento, pero nunca a su tesón por cazar y jugar, por implicarse en un mundo que nunca comprenderán porque, como animales que son, sólo tienen anima. Como siempre, la edición de Caldas es excelente, editada en buen papel y con todos sus colores originales bastante remozados, pero sin ser nuevos. Un entretenimiento quizá intrascendente, pero delicioso.

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