martes, mayo 15, 2012

LOS QUESITOS DE ROCHEFORT



En estos tiempos canallas, nada hay como refrescarse con los clásicos. ¿Qué puede aportar el cine de Jacques Demy, enfermo de sentimentalismo, a la ríspida y obscena realidad en que vivimos? Pues puede aportar el hechizo de lo que hoy es inexistente: ingenuidad no confundible con estupidez, frescura no identificable con aire acondicionado; erotismo no representable  por kilómetros de piel desnuda; amor no definible con mercantilismo de San Valentín. 

Las señoritas de Rochefort (Jacques Demy, 1967) es la celebración de una vida pretérita en que los desconocidos podían recoger a los niños en la puerta de la escuela sin temor de que los violasen en el callejón contiguo. Este film es sobre todo la belleza irrecuperable de contemplar a las hermanas Deneuve (Catherine Deneuve y Françoise Dorléac) convertirse en quesitos de Rochefort, que huelen a sobaco dulce, e invocan quietamente el advenimiento del amor como como sacerdotisas de Afrodita que atestiguan con su existencia un rito, pero no lo magnifican. 

Demy celebra en este film el amor de provincias, pues la provincia es siempre la capital del reino del amor (consúltense tantas páginas de internet consagradas a las provincias del cuerpo y del deseo). Delicioso film, con un Gene Kelly como turista de su propio arte y un Michel Piccoli correcto y gendarme de la ilusión pequeñoburguesa de la pasión. El film contiene deliciosas melodías y bailables gagás para delicia de sentimentales irredentos sin complejo de culpa. Es una película a la que habrá que recurrir de vez en cuando, para que alivie con su dulzura el negativo empeño de nuestra sabiduría sexual. 

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Gracias por la recomendación, tomo nota.

Me encanta tu blog.

Un cordial saludo!
Conchi

Conchi dijo...

Gracias por la recomendación, tomo nota.

Me encanta tu blog.

Un cordial saludo!
Conchi