jueves, abril 04, 2013

AMAR A LOS DIOSES EN TIERRA DE INDIOS: LAS BACANTES, UNA LECTURA ÓRFICA, DE JORGE ORDÓÑEZ BURGOS

El gracejo mexicano recurrió a la expresión “amar a Dios en tierra de indios” para referirse a todos aquellos seres que, contra viento y marea, luchan en un medio inhóspito por defender sus ideas o principios. Sé bien que a Jorge Ordóñez Burgos, que se ha convertido en el gran defensor de la civilización helénica en Ciudad Juárez, sabe lo que representa amar a los dioses en tierra de apaches. Y es que el griego y el latín han sido a lo largo de la historia del hombre grandes herramientas de civilización. Es difícil propagar aquí y ahora estos conocimientos cuando la civilización se encuentra en mayor retroceso que nunca. Impulsor de un seminario permanente sobre historia de las religiones en la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez, su obra publicada llama la atención no sólo por la singularidad de sus enfoques, sino por constituirse en una referencia fundamental en el estudio de la cultura helénica en el norte de México. 

Filósofo por formación y filólogo por vocación, sus análisis y comentarios sobre la cultura griega tienen siempre una frescura muy de agradecer que propician el debate y la polémica en un terreno tan conservador como el de la filología clásica, una ciencia que tiene su nacimiento oficial en Alejandría durante el siglo III a. C. gracias a Eratóstenes de Cirene. Una disciplina antigua, como se ve. En la que todo está hecho y todo está por hacer, es cierto, pero que con frecuencia resulta tan ingrata porque cualquier intento novedoso de querer interpretarla de otra manera es contemplado con rasgamientos de vestiduras por medio de una serie de pontífices académicos que defienden con uñas y dientes los límites de sus feudos académicos. La profesora María Teresa Oñate y Zubía lo expresó con singular viveza en el prólogo del anterior libro de Jorge Ordóñez (Hipócrates y los egipcios, UACJ 2008), al recordar que éste “abre espacios de creatividad intempestiva” para exponer a continuación que “la documentada seriedad de sus contribuciones y su reflexión en campos donde otros no han osado adentrarse siguen siendo algunos de los rasgos característicos de su encomiable trabajo filosófico interdisciplinar”. 

La palabra mágica es ésa: interdisciplinar.  Las investigaciones en filosofía y filología clásica recurren poco a establecer más conexiones con el universo real, vivo y en continua metamorfosis. Se suele cocinar lo antiguo en la olla de la Antigüedad, sin querer muchas veces traerse lo antiguo a lo moderno como vía para explicar, no sólo lo moderno por cuanto tiene de herencia cultural, sino también lo antiguo mismo por cuanto tiene de condición eterna del ser humano. El pasado explica el presente tanto como el presente puede servir para explicar el pasado, a veces por medio de analogías no científicas o poco canónicas ante las cuales muchos santurrones de estas disciplinas tan antiguas arrugarían la nariz.

El presente libro de Ordóñez Burgos (Las Bacantes: una lectura órfica) tiene dos partes bien diferenciadas: un análisis del orfismo y una interpretación órfica de la obra Bacantes de Eurípides, dos partes bien medidas sazonadas por un relevante prólogo del profesor Dizán Vázquez, unas necesarias Conclusiones y una apostilla, Adversarii, donde Ordóñez Burgos, en un ejercicio de modestia, contrapone sus puntos de vista con los del sabio helenista francés Jean Pierre Vernant.

Ordóñez no pretende alcanzar verdades absolutas, y desde el principio de su exposición apela a la comprensión ante lo imposible de llegar acuerdos definitivos, y así lo dice claramente en la p. 29: “No pretendemos sostener que las Bacantes tienen influencia órfica; lo que se mostrará es que en la tragedia se expone una realidad religiosa que vivieron los ancestros de los griegos clásicos, a la que podemos acceder por medio de los vestigios que conservamos. Entre ellos, se encuentran los cultos de Orfeo. Es factible que el orfismo fuese una especie de secta dionisíaca.”

Así pues, la antigua filosofía órfica, que Ordóñez expone muy bien en sus principios esenciales entre las pp. 31-61, es usada como herramienta para interpretar una de las más misteriosas tragedias del griego Eurípides, Bacantes, una obra impregnada de un sentido de lo religioso que pocas veces había aflorado en la obra de este dramaturgo descreído y desmitificador, misántropo y filósofo con que Atenas coronó el siglo V de sus letras. Y es que, aparentemente, poco se parecen los principios órficos que apelan al comedimiento y la contención con el desenfreno liberador y absolutamente excesivo que podían conllevar los cultos de Dioniso llamados bacanales que, por eso mismo, llegaron a estar tan prohibidos en Roma como hoy lo pueden estar las fiestas “rave” de la chiquillería adolescente. Sin embargo, y he aquí lo interesante de esta obra breve pero intensa que Ordóñez nos presenta, existe al menos un importante vínculo de unión en la figura de Dioniso que durante su infancia fue desmembrado y devuelto a la vida. Asesinado también y desmembrado como Orfeo, la figura de Dioniso se tornó en este aspecto singular para los templados órficos, ya que resultaba ser el único dios del Panteón que compartía este singular destino con el del célebre poeta cantor. 


Y he aquí el sentido de producir una lectura órfica de una de las tragedias más trágicas de Eurípides, quien a decir de Aristóteles en su Poética, ya era de por sí el trágico más trágico de entre los trágicos. En este súmmum de frenesí y espanto que es Bacantes, en esta obra maestra del teatro universal que Eurípides escribió al fin de su vida y que fue estrenada tras su muerte por su propio hijo, Eurípides lanza un mensaje terrible a la Humanidad que hoy todavía nos afecta. Por eso, como bien recuerda Dizán Vázquez en el prólogo, los mitos no son simples mentiras, sino que, como le explicaba J.R.R. Tolkien a Carl S. Lewis una tarde de invierno: “Son la mejor manera de comunicar ciertas verdades que de otra manera serían inexpresables” (p. 17). 


Este libro nos recuerda cómo Dioniso, dios del vino, era el dios más humano entre cuantos presidían el panteón grecolatino, ya que a través de la vid y del vino los hombres podían hacerlo suyo y llenarse de él al comerlo y beberlo. No es de extrañar, por tanto, que Homero relegase a Dioniso en sus grandes poemas de orientación aristocrática en los que el pueblo no era nunca protagonista. En Dioniso encontraba el pueblo antiguo consuelo y ánimos para su existencia, fiesta y placer, realidad y trascendencia de la misma a través del desdoblamiento de personalidad (y no olvidemos que en este mismo desdoblamiento se basa el teatro que nació y se desarrolló como culto de Dioniso).

Con sagacidad apunta Ordóñez cómo en el rey Penteo, que niega a Dioniso y persigue a sus bacantes, hallamos una versión arrogante del amargado Orfeo que renegaba de las mujeres y por ellas fue despedazado. También Penteo sería despedazado por estas mujeres adoradoras de Baco, y este punto de unión entre Orfeo y Penteo conducirá a una lectura política que hoy resulta tan dolorosa para nosotros y tan actual: en el arrogante Penteo, rey conservador que ataca la raíz y la misma naturaleza de los rituales de Dioniso, encontramos la lectura del puritanismo contra la revolución, del orden establecido contra el éxtasis liberador. El castigo de Penteo, como bien se advierte en la tragedia y antes en el mito, será el derramamiento de sangre. No es descabellado hacer hoy una lectura contemporánea de esta tragedia del gran Eurípides que aseveró hace más de dos mil años que el torrente de la naturaleza, cuando ésta se desborda, no puede ser detenido con leyes que funcionan contra natura. En dejar interrogantes abiertos, más que en pontificar desde las alturas, es donde hallamos el mayor aliciente de este libro de lectura deliciosa. Breve y ameno, pero muy cargado de razones y contenidos.

Jorge Ordóñez Burgos, Las Bacantes: una lectura órfica. UACJ, 2010. Publicado en Cuadernos Fronterizos, 18. UACJ. 

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